Existen dos tipos de fuerza: la que ejercemos al contraer los músculos cuando levantamos o tiramos de un objeto, y la que se transmite cuando nuestros músculos trabajan en extensión para empujar o lanzar un objeto. En ese segundo tipo de fuerza, se produce una transferencia de energía hacia o dentro del objeto.
La forma en que experimentamos estos dos tipos de fuerza difiere. En el primer tipo, la contracción, se ajusta más a lo que denominamos comúnmente fuerza o potencia, ya que percibimos que nos servimos de nuestra fuerza muscular personal para hacer algo. El segundo tipo, la extensión, es más difícil de percibir y nos puede parecer que realmente no estamos usando nuestra fuerza personal. Podemos llegar a pensar que no produce ningún efecto.
En aikido, nos interesa el segundo tipo de fuerza.
Debemos encontrar el modo de coordinar nuestro movimiento para maximizar la utilización de nuestra fuerza muscular. Para conseguirlo, tenemos que revisar nuestra concepción de las articulaciones y de cómo se transmite la potencia y la energía a través de ellas. Las articulaciones deben estar relajadas y flexibles de modo que permitan la expansión de la potencia. Cuando empleamos fuerza por contracción, notamos que los músculos se encogen y la potencia generada nos permite traer objetos hacia nosotros. Durante la fuerza por extensión, sentimos que las articulaciones se desbloquean y la energía fluye a través de estas hacia el exterior.
La potencia se multiplica a medida que pasa a través de cada articulación. Pensemos en el lanzamiento una bola. Si estamos de pié y solamente movemos el brazo, nuestro lanzamiento tendrá un efecto limitado en cuanto a velocidad, potencia y dirección se refiere. Sin embargo, si al lanzar nos impulsamos y liberamos las articulaciones de manera que la potencia generada se propague libremente a través de ella (pie, tobillo, rodilla, caderas, espalda, codo, muñeca, mano), conseguiremos un lanzamiento de gran potencia, velocidad y precisión. Con el paso de cada articulación, aumentamos la potencia de forma exponencial.
En una proyección de aikido, el progreso de la potencia a través de las articulaciones es el siguiente: en primer lugar, de las caderas a la clavícula; seguidamente, a través del codo; después, hacia la muñeca, y finalmente a través de la mano. Podemos maximizar el empleo de las caderas manteniendo un centro de gravedad bajo y ejecutando un movimiento de pivote con la cintura al final de la proyección. Aún podemos conseguir mayor potencia si empujamos con la pierna de posterior, procurando mantener los pies en la dirección del lanzamiento. De esa forma, aprovecharemos la potencia generada por pies, tobillos, rodilla y parte superior de la pierna.
Este esfuerzo de coordinación del cuerpo ejecutado simultáneamente permite transmitir al uke (atacante) todo el peso y la potencia del nage (ejecutor de la técnica). Cabe destacar la necesidad de hacer la proyección a partir de nuestro centro (la masa focalizada en las caderas), pues toda la potencia emana de allí.
El factor culminante en la generación y transmisión de potencia en una técnica consiste en coordinar la ejecución de la técnica con la respiración. El nage debería proyectar la respiración en el mismo instante en que proyecta al uke. Idealmente, debería percibirse un sonido (como un “haaa”) en el momento de la expiración.
Podemos descomponer el proceso de manera secuencial: primeramente, los pies se desplazan en una posición sólida que sirve de base sobre la cual pivotan las caderas, al tiempo que extendemos el centro gracias también al impulso de la pierna trasera. La energía generada es prolongada y sucesivamente aumentada a través de las articulaciones y de los músculos en extensión, como el movimiento de un látigo, hasta la parte superior del cuerpo y finalmente transmitida al uke. No obstante, esa sucesión de movimientos coordinados es tan veloz que la totalidad del proceso se realiza virtualmente de forma simultánea.
Para lograr tal resultado, el nage debe mantener el cuerpo y especialmente las articulaciones desbloqueadas y flexibles, lo que nos permitirá, además, obtener otros beneficios. El primero de ellos es permitir al nage recibir el ataque sin que se produzca colisión. En ese sentido, también es importante mantener los brazos extendidos y ligeramente curvados como en una Tegatana (mano katana). Esta forma de recepción es importante para ambos practicantes, ya que permite al nage absorber el ataque y evitar la pérdida de equilibrio, así como controlar al uke con suavidad. Por el contrario, si está demasiado tenso, el nage recibirá el impacto del uke y no podrá controlarle.
Otro beneficio de la recepción adecuada del ataque radica en el hecho de que ambos, nage y uke, incrementan la sensibilidad lo que permite al nage sentir el dinamismo y la potencia del uke, sensación de otro modo imposible. Además, adoptando una postura distendida, el nage puede absorber la potencia del uke en sus articulaciones del mismo modo que un muelle almacena la energía de un impacto, pudiendo redirigir tal energía hacia el uke con la potencia y la velocidad requerida o deseada.
Finalmente, a pesar de que hay similitudes entre el lanzamiento de una bola y la proyección de un oponente, existe una diferencia fundamental: cuando lanzamos una bola es deseable dotar el objeto con la mayor cantidad de energía posible. Por tanto, puede resultarnos útil desplazarnos junto con la bola.
En una proyección de aikido, en tanto que aplicación de un arte marcial, este aspecto supone un inconveniente. Tras la proyección del uke, debemos estar preparados para el ataque siguiente y, en consecuencia, conservar el equilibrio. Así pues, es sumamente importante mantener en todo momento un centro bajo y firme y una postura erguida. El nage debe asegurarse de mantener ambos pies firmemente anclados en el suelo y salvaguardar el equilibro a lo largo de toda la ejecución de la técnica.